La nota no define al estudiantado, puede portarnos información válida sobre su rendimiento, incluso sobre sus hábitos, estilos y estrategias de aprendizaje o también sobre su capacidad, pero como criterio exclusivo para la toma de decisiones dentro de su itinerarios académico, es tal vez uno de los peores. En un contexto formativo de fuerte presencia de trabajos en grupo, de diseño de proyectos o de una persistente descontextualización profesional, abogar solo por la nota, puede ser sesgado, limita el potencial formativo de toda situación de aprendizaje y manda un mensaje no real al estudiantado, de hecho, es poco probable que una empresa les contrate solo por la nota. Loa nota, por tanto, describe algunas cosas, pero no explica ni permite conocer y comprender lo aprendido ni el potencial de aprendizaje. No se trata solo de qué nota tiene un o una estudiante, sino que sabe hacer, es decir, la capacidad real para dar respuesta a las exigencias profesionales de un puesto de trabajo en un contexto de realidad líquida, pero sobre todo, cómo ha ido construyendo su itinerario formativo en conexión con su proyecto profesional y vital, de acuerdo a la gestión de la información, la toma de decisiones y desarrollo madurativo y emocional en coherencia con quién es, qué aspira a ser y cómo lo está haciendo. Fruto de esta situación, en el año 2011 se pone en marcha todo un nuevo sistema de prácticas curriculares profesionales en el grado de educación social del campus de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Partiendo de estas cuestiones: ¿es la nota un criterio válido para la asignación de ámbito y/o centro de prácticas? ¿Tiene sentido que un proceso formativo de desarrollo de competencias profesionales se haga sin contar con la participación del estudiantado? Este sistema desarrolló un procedimiento de selección y asignación de ámbito y centro de prácticas no basado en el criterio de la nota, de hecho, durante estos años nunca se ha aplicado este criterio, sino una combinación de criterios basados en el conocimiento, necesidades, inquietudes y proyecciones del estudiantado en coherencia con el plan de estudios, y con un fuerte componente formativo basado en un aprendizaje reflexivo y una toma de decisiones informada tras un proceso de tutorías. Todo ello unido al despegamiento de un modelo de acción transformadora para fundamentar la intervención educativa en el periodo de prácticas y una evaluación formativa y compartida por competencias profesionales, que ha permitido contar con recursos de diseño, desarrollo y evaluación de prácticas reflexivas.